Trastorno psicosomático, también llamado Trastorno psicofisiológico, condición en la que el estrés psicológico afecta negativamente el funcionamiento fisiológico (somático) hasta el punto de angustia. Es una condición de disfunción o daño estructural en órganos corporales por activación inapropiada del sistema nervioso involuntario y las glándulas de secreción interna. Así, el síntoma psicosomático surge como concomitante fisiológico de un estado emocional. En un estado de ira, por ejemplo, es probable que la presión arterial de la persona enojada se eleve y que su pulso y frecuencia respiratoria aumenten. Cuando pasa la ira, los procesos fisiológicos intensificados suelen remitir. Sin embargo, si la persona tiene una agresión inhibida persistente (rabia crónica), que no puede expresar abiertamente, el estado emocional permanece sin cambios, aunque no se expresa en la conducta manifiesta, y persisten los síntomas fisiológicos asociados con el estado de ira. Con el tiempo, esa persona se da cuenta de la disfunción fisiológica. Muy a menudo se preocupa por los signos y síntomas físicos resultantes, pero niega o desconoce las emociones que han provocado los síntomas.
Los trastornos psicosomáticos pueden afectar a casi cualquier parte del cuerpo, aunque generalmente se encuentran en sistemas que no están bajo control voluntario. La investigación realizada por el psiquiatra Franz Alexander y sus colegas del Instituto de Psicoanálisis de Chicago en las décadas de 1950 y 1960 sugirió que los rasgos específicos de la personalidad y los conflictos específicos pueden crear enfermedades psicosomáticas particulares, pero generalmente se cree que la forma que adopta un trastorno se debe a vulnerabilidades individuales. Se asume que el estrés emocional agrava enfermedades existentes, y hay alguna evidencia de que puede precipitar enfermedades que generalmente no se consideran psicosomáticas (p. Ej., Cáncer, diabetes) en personas predispuestas a ellas.
Trastornos psicosomáticos resultantes del estrés puede incluir hipertensión, enfermedades respiratorias, trastornos gastrointestinales, migrañas y dolores de cabeza tensionales, dolor pélvico, impotencia, frigidez, dermatitis y úlceras.