¿Por qué los musulmanes no comen cerdo?

Hay quienes dividen el mundo en porcófobos y porcófilos. El cerdo, según el cultivo, es rechazado o venerado. ¿Por qué los musulmanes no comen cerdo? Nos adentramos en la mirada antropológica de este tema de la mano del estadounidense Marvin Harris y su libro Vacas, cerdos, guerras y brujas donde expone las posibles causas detrás del tabú religioso que prohíbe a musulmanes y judíos comer cerdo. El antropólogo reflexiona sobre el razonamiento detrás de por qué algunas personas rechazan el mismo animal mientras que otras lo aman, y analiza los hábitos alimentarios aparentemente irracionales de diferentes comunidades.

Los orígenes de la prohibición

Judaísmo , la más antigua de las principales religiones monoteístas que surgieron en Oriente Medio, es la primera en denunciar al cerdo como un animal impuro en el Libro del Génesis y Levítico. Unos 1.500 años después, es el Profeta Mahoma quien también señala al cerdo como un animal contaminado. Yahvé y Alá han prohibido el cerdo para millones de judíos y cientos de millones de musulmanes.

Harris señala y repasa varias hipótesis que explican el ostracismo y la prohibición del cerdo; la más evidente y popular hasta el Renacimiento, es la creencia de que el cerdo era un animal muy sucio ya que se revolcaba en sus propios excrementos. Sin embargo, el antropólogo considera esta razón insuficiente e incierta para justificar por qué los musulmanes no comen cerdo, ya que otros animales como las vacas, si permanecen en un recinto cerrado, pueden hacer lo mismo.

El cerdo compensa su incapacidad para sudar refrescándose con el barro limpio, pero si no lo tiene y el espacio donde vive no se lo permite enfriar de cualquier otra manera, entonces se cubre con sus propias heces. Cuanto más alta sea la temperatura, más sucio se vuelve el cerdo y el clima árido del Medio Oriente contribuiría a la suciedad de estos animales. La prohibición del cerdo por razones de salud pública también fue refrendada en el siglo XIII por Maimónides, el influyente teólogo y médico judío.

Para Harris, aunque esta teoría es plausible, no justifica una prohibición tan exhaustiva, y atribuye la consolidación racional de este tabú dietético al descubrimiento a mediados del siglo XIX de que la triquinosis era causada por ingerir cerdo que no estaba bien cocido. Tampoco es esta una explicación definitiva para el antropólogo, ya que asegura que otras enfermedades en su momento provocadas por otros animales eran mucho más graves que la triquinosis e incluso letales, y los animales que las transmitían no estaban prohibidos.

Otras hipótesis sugieren que el tabú del cerdo proviene de la consideración del cerdo como un animal totémico por algunas tribus. Sin embargo, para el autor, el hecho de que en el pasado fueran considerados animales divinos no explica del todo la negativa a comerlo.

La ecología como factor determinante

Para el antropólogo experto, la teoría más válida que explica por qué judíos y musulmanes no comen cerdo es de naturaleza ecológica. Harris considera que el cerdo fue condenado porque la cría de estos animales constituía entonces una amenaza para la integridad de los ecosistemas naturales y culturales de Oriente Medio. Eran zonas áridas donde los animales mejor adaptados eran los rumiantes: bovinos, ovinos y caprinos. El cerdo requiere campos y ríos, no produce leche, ni pieles, ni se utiliza para arar ni transportar cargas y también come lo mismo que el hombre. En definitiva, el cerdo se presentaba como un artículo de lujo, una tentación e incluso un competidor para el hombre.

El experto explica que como ocurre con el tabú que prohíbe comer carne de res en la India, cuanto mayor es la tentación, mayor es la necesidad de una prohibición divina. Según el antropólogo “tratar de criar cerdos en cantidades importantes fue una mala adaptación ecológica. Una producción a pequeña escala solo aumentaría la tentación. Por tanto, era mejor prohibir totalmente el consumo de carne de cerdo ”.

¿Y cómo se explica la persistencia de esta prohibición en el tiempo? Harris expone de manera contundente su tesis en el libro Vacas, cerdos, guerras y brujas: Los tabúes también cumplen funciones sociales, como ayudar a las personas a considerarse una comunidad distintiva, lo que explicaría el mantenimiento de reglas alimentarias ancestrales para cumplir con esta función.

Porque al final, entender qué hay detrás de un hábito culinario u otro, nos hace comprender mejor qué comemos y cómo lo comemos. España, debe sentirse afortunada de contar con un ecosistema único que ha permitido promover una cultura en torno al cerdo donde se puede disfrutar como manjar y como animal.

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